Prevalencia de encefalopatía traumática en atletas con impactos repetidos en la cabeza

La encefalopatía traumática crónica (CTE) es una enfermedad neurodegenerativa progresiva vinculada a la exposición repetida a impactos craneales (RHI). Afecta principalmente a personas que han participado en deportes de contacto o han estado expuestas a traumas repetidos en la cabeza, como es el caso de veteranos militares o víctimas de violencia. En particular, los deportistas de alto impacto, como jugadores de fútbol americano, rugby, hockey y boxeo, han sido objeto de múltiples estudios neuropatológicos en los últimos años.

Aproximadamente el 97% de los casos confirmados de CTE corresponden a personas con historial documentado de RHI. Sin embargo, el diagnóstico definitivo de la enfermedad solo puede establecerse mediante autopsia. En 2013, McKee y colaboradores propusieron criterios neuropatológicos diagnósticos específicos para la CTE, los cuales fueron luego perfeccionados por el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares (NINDS) y el Instituto Nacional de Imágenes Biomédicas y Bioingeniería (NIBIB).

Desde un punto de vista clínico, la CTE se caracteriza por alteraciones del comportamiento (como agresividad e irritabilidad), trastornos del estado de ánimo (depresión, desesperanza) y deterioro cognitivo (fallos en la memoria, atención y funciones ejecutivas). En fases avanzadas, puede conducir a demencia, parkinsonismo, problemas del habla y dificultades en la marcha. Dada esta complejidad clínica, se ha propuesto el término síndrome de encefalopatía traumática (TES) para englobar diversas variantes clínicas según sus síntomas predominantes.

A pesar del creciente número de estudios de caso y revisiones clínicas, los datos sobre la prevalencia real de la CTE varían ampliamente. Por ejemplo, en jugadores de fútbol americano se han reportado tasas desde un 15% hasta un 99%, dependiendo del diseño del estudio y la muestra. Estas cifras se ven afectadas por factores como el nivel de competición, la duración de la carrera deportiva, la edad de inicio en deportes de contacto, el uso de sustancias y la predisposición genética (por ejemplo, el gen APOE ε4).

Además, existe preocupación por la relación entre CTE y el suicidio. Algunos estudios han sugerido que la enfermedad puede estar implicada en la aparición de ideaciones suicidas o en la conducta suicida en deportistas retirados. Aunque la evidencia directa aún es limitada, el tema ha suscitado un debate relevante sobre los efectos neuropsiquiátricos de la CTE.

En este contexto, el presente trabajo se propuso realizar una revisión sistemática y metaanálisis para estimar con mayor precisión la prevalencia de la CTE entre atletas de deportes de contacto, identificar factores de riesgo relevantes y analizar el posible vínculo con el suicidio.

Este estudio es el primer metaanálisis que aborda de forma integral la prevalencia de la CTE en atletas con historial de RHI, incluyendo además el análisis de los casos confirmados de CTE en muertes por suicidio. Los principales hallazgos mostraron una prevalencia general del 53.7% en atletas retirados de deportes de contacto, lo que confirma el alto riesgo asociado a esta población.

Sin embargo, esta prevalencia podría estar sobreestimada por varios motivos. En primer lugar, existe un sesgo de selección, ya que los cerebros que se donan para autopsia suelen pertenecer a personas que ya presentaban síntomas neuropsiquiátricos sospechosos de CTE. En segundo lugar, los informes clínicos previos a la muerte se obtienen mediante entrevistas retrospectivas con familiares, lo que introduce sesgos de memoria.

También hay que considerar la posible confusión diagnóstica, ya que algunas características patológicas de la CTE, como la acumulación de proteínas tau fosforiladas, también se observan en enfermedades como el Alzheimer o la demencia frontotemporal. De hecho, estudios recientes han demostrado la coexistencia de CTE con otras neuropatologías en un número considerable de casos.

Respecto al tipo de deporte, se identificaron diferencias claras. El rugby mostró la mayor prevalencia de CTE (64.7%), seguido por el fútbol americano (53%) y el hockey sobre hielo (42%). Estas diferencias podrían deberse al tipo y frecuencia de impactos craneales, la duración de los partidos y el uso de equipamiento protector. Por ejemplo, mientras que el rugby apenas utiliza protección craneal, el fútbol americano y el hockey emplean cascos que amortiguan parte de los impactos, aunque no los eliminan completamente.

El nivel de competición también fue un factor relevante: los atletas profesionales presentaron una prevalencia de CTE del 72.8%, frente al 44.1% en atletas amateurs. Esto respalda la hipótesis de una relación dosis-respuesta: a mayor número de impactos a lo largo de la carrera, mayor es la probabilidad de desarrollar CTE.

En cuanto al sexo, la diferencia fue abismal. La prevalencia en varones fue del 55%, mientras que en mujeres fue del 0.7%. Sin embargo, esta diferencia debe interpretarse con cautela, ya que el 98.6% de los casos analizados eran varones. La escasa representación femenina en estos estudios refleja un vacío importante en la investigación, a pesar de que se sabe que las mujeres tienen un mayor riesgo de sufrir conmociones cerebrales y presentar síntomas más duraderos tras una lesión.

Uno de los aspectos más alarmantes del estudio fue la alta tasa de suicidio entre los atletas con diagnóstico confirmado de CTE: un 39% según el metaanálisis. Aunque aún no se ha demostrado un vínculo causal directo, se postulan varios mecanismos. Por un lado, la CTE puede generar síntomas psiquiátricos graves, como depresión, impulsividad y pérdida del control emocional. Por otro lado, muchos de estos atletas presentan dolor crónico y recurren al uso de opioides, lo que aumenta el riesgo de dependencia y de suicidio. Este círculo vicioso entre dolor, salud mental y abuso de sustancias es un factor clave a tener en cuenta en el manejo de los pacientes.

No obstante, hay estudios que han cuestionado la relación entre CTE y suicidio. Por ello, los autores realizaron un análisis adicional considerando solo los casos de atletas que murieron por causas no suicidas. La prevalencia en este grupo fue del 30.1%, notablemente menor que el valor general, lo que sugiere que los estudios centrados en casos de suicidio podrían estar sobreestimando la prevalencia global de la enfermedad.

Frente a este panorama, se hace evidente la necesidad de estrategias preventivas en los deportes de contacto. Entre las medidas con evidencia se incluyen: reducción de la intensidad del contacto en entrenamientos, programas de educación para entrenadores, uso de tecnología para monitorizar impactos, y ejercicios neuromusculares para reducir el riesgo de conmoción cerebral. También se recomienda limitar el número de sesiones de contacto en categorías juveniles.

Por último, los autores destacan la urgencia de avanzar hacia herramientas de diagnóstico precoz en vida, como la tomografía por emisión de positrones (PET), así como diseñar estudios longitudinales que permitan seguir a los atletas a lo largo del tiempo y entender mejor la evolución clínica de la CTE.

Acceso libre al artículo original en: http://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2025/04/Scandinavian-Med-Sci-Sports-2025-Qi-Prevalence-of-Chronic-Traumatic-Encephalopathy-in-Athletes-With-Repetitive-Head.pdf

Referencia completa:

Qi B, Tan J, Feng D, Guan L, Li J, Cao M, Zou Y. Prevalence of Chronic Traumatic Encephalopathy in Athletes With Repetitive Head Impacts: A Systematic Review and Meta-Analysis. Scand J Med Sci Sports. 2025 Apr;35(4):e70047. doi: 10.1111/sms.70047.

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