La sarcopenia y la fragilidad física son síndromes geriátricos comunes, caracterizados por una progresiva pérdida de masa muscular, fuerza y función física. Su prevalencia mundial es notable: entre un 10 % y un 40 % en adultos mayores que viven en la comunidad, y un 10–15 % para la fragilidad. Estos síndromes están asociados con un mayor riesgo de mortalidad, hospitalizaciones, caídas, dependencia funcional e institucionalización, lo que también incrementa considerablemente los costos sanitarios.
Dada la relación directa entre la disminución de la masa y la fuerza muscular con el deterioro funcional, se han explorado diversas estrategias terapéuticas. Entre ellas, la suplementación proteica ha ganado interés por su papel en la síntesis y el mantenimiento de la masa muscular, especialmente en un contexto de “resistencia anabólica”, fenómeno por el cual el músculo envejecido responde menos eficientemente al estímulo del consumo de proteínas.
El ejercicio, y especialmente el entrenamiento de fuerza, ha sido tradicionalmente la intervención de referencia para combatir la sarcopenia. Sin embargo, se ha postulado que la combinación de ejercicio con suplementación nutricional podría ser más eficaz que cualquiera de estas intervenciones por separado. A pesar de múltiples estudios y metaanálisis previos que apoyan esta hipótesis, muchos de ellos presentan limitaciones metodológicas, como poblaciones heterogéneas o definiciones amplias de sarcopenia que incluyen formas secundarias causadas por enfermedad aguda, hospitalización o malnutrición.
Este nuevo metaanálisis, registrado en PROSPERO y con una búsqueda actualizada hasta marzo de 2024, se enfoca exclusivamente en adultos ≥65 años con sarcopenia primaria o fragilidad física según criterios fenotípicos. El objetivo fue evaluar los efectos terapéuticos de la suplementación proteica, sola o combinada con ejercicio, sobre parámetros clínicos clave: masa muscular, fuerza, desempeño físico, mortalidad, hospitalizaciones y calidad de vida. Además, el estudio incorpora ensayos aleatorizados recientes y amplía el análisis a una gama más amplia de desenlaces clínicos, con un enfoque riguroso en la calidad metodológica de los estudios incluidos.
Este metaanálisis, que incluyó 13 ensayos clínicos aleatorizados con más de 1000 participantes, ofrece evidencia actualizada sobre el uso de suplementos proteicos en adultos mayores con sarcopenia o fragilidad física. Aunque se observaron beneficios modestos en masa muscular y fuerza con la suplementación proteica, tanto sola como combinada con ejercicio, la calidad global de la evidencia fue clasificada como “muy baja” en todas las comparaciones analizadas. Las limitaciones metodológicas, la heterogeneidad entre estudios y la falta de estandarización en la medición de resultados fueron factores claves en esta clasificación.
La suplementación proteica por sí sola mostró beneficios consistentes, especialmente en el aumento de la fuerza de prensión manual. Esto se alinea con la literatura sobre la estimulación de la síntesis proteica muscular en adultos mayores, particularmente cuando se incluyen aminoácidos como la leucina o su derivado HMB, que activan la vía mTOR y reducen la degradación proteica. No obstante, cuando la proteína se combinó con ejercicio, los beneficios adicionales fueron escasos. Esto sugiere que, si bien el ejercicio ya tiene un efecto significativo, la adición de suplementos proteicos podría no potenciarlo más allá de cierto umbral, al menos en términos de resultados clínicamente significativos.
Estos hallazgos son especialmente relevantes para poblaciones mayores que no pueden realizar ejercicio regularmente. En estos casos, la suplementación proteica podría representar una estrategia accesible para mitigar la pérdida muscular. Sin embargo, se necesitan más estudios para establecer protocolos óptimos (dosis, tipo de proteína, momento de administración) y para identificar qué subgrupos de pacientes se benefician más (por ejemplo, personas con bajo consumo proteico basal o con enfermedades crónicas).
En cuanto a las intervenciones combinadas con otros nutrientes (como vitamina D, omega-3 o antioxidantes), los resultados fueron inconsistentes. Para evitar confusiones en la interpretación, este metaanálisis excluyó estudios en los que otros compuestos bioactivos pudieran haber influido significativamente. Aun así, se reconoce que los suplementos multinutrientes pueden tener efectos sinérgicos, por lo que su eficacia debe investigarse en estudios controlados diseñados específicamente para ello.
Uno de los principales retos identificados es la amplia variabilidad en las características de los estudios incluidos: diferencias en dosis y tipo de proteína, protocolos de ejercicio, duración de las intervenciones y características basales de los participantes (edad, nivel funcional, comorbilidades, estado nutricional). Esta heterogeneidad impide hacer recomendaciones clínicas claras y generalizables. Además, la falta de estándares en la evaluación de la masa muscular, fuerza y desempeño físico complica la comparación entre estudios.
Aunque algunos resultados fueron estadísticamente significativos (por ejemplo, el aumento del índice de masa muscular esquelética y la fuerza de prensión), su relevancia clínica sigue siendo incierta. Es necesario establecer umbrales de cambio mínimos clínicamente importantes (MCID) que permitan interpretar estos cambios desde una perspectiva funcional y no solo estadística. Aumentos pequeños en masa muscular pueden no traducirse en mejoras reales en movilidad, independencia o prevención de hospitalizaciones.
En relación con la seguridad, no se reportaron efectos adversos graves asociados al consumo de proteínas. Sin embargo, el artículo menciona un estudio transversal con más de 3000 adultos mayores que asoció una ingesta proteica alta (≥1.3 g/kg/día) con un mayor riesgo de sarcopenia, lo cual genera preocupación y refuerza la necesidad de evaluar riesgos a largo plazo, especialmente en personas con función renal comprometida.
Un hallazgo interesante es que la mayoría de los estudios utilizaron suplementos que aportaban entre 20 y 25 g/día de proteína, lo que podría considerarse una dosis eficaz para adultos mayores. Sin embargo, los autores insisten en que esta cantidad debe ajustarse de forma individualizada teniendo en cuenta las necesidades específicas de cada persona.
La exclusión de pacientes hospitalizados en este metaanálisis limita la extrapolación de los resultados a poblaciones con sarcopenia secundaria por enfermedad aguda o desnutrición. A su vez, variables clínicas cruciales como mortalidad o número de hospitalizaciones no pudieron ser analizadas por falta de datos específicos en los estudios incluidos, lo cual representa una limitación significativa.
Finalmente, los autores concluyen que, aunque hay indicios prometedores sobre el uso de proteína como intervención terapéutica, se necesita con urgencia investigación más rigurosa, con diseños estandarizados, tamaños muestrales adecuados y una mejor evaluación de desenlaces funcionales y clínicamente relevantes. Solo así se podrán diseñar estrategias de tratamiento basadas en evidencia sólida para mejorar la salud muscular y la calidad de vida de las personas mayores.
Acceso libre al artículo original en: http://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2025/04/Protein-supplementation-alone-or-combined-with.pdf
Referencia completa:
Yoshimura Y, Matsumoto A, Inoue T, Okamura M, Kuzuya M. Protein supplementation alone or combined with exercise for sarcopenia and physical frailty: A systematic review and meta-analysis of randomized controlled trials. Arch Gerontol Geriatr. 2025 Apr;131:105783. doi: 10.1016/j.archger.2025.105783.